La siempre irreverente propuesta de Agatha Ruiz de la Prada da un giro inesperado este invierno partiendo de una inspiración que, a priori, no va nada con ella: un homenaje a aquel icono de la mujer carismáticamente andrógina interpretado por Diane Keaton en Annie Hall en los años 70's.
"Después de varias temporadas retrospectivas –celebrando los orígenes rompedores de una marca que se forjó durante el furor de la Movida Madrileña-, la diseñadora vuelve a retomar el camino y sigue decididamente hacia delante, vistiendo a la mujer del siglo XXI", explico la diseñadora desde su oficina de comunicación.
¿Y cómo se ha traducido esto sobre la pasarela madrileña? Con prendas prácticas, cómodas y extremadamente ponibles –con todo lo que eso significa en el universo de De la Prada–, dentro eso sí de la estética colorista de la casa. Ha incorporado pantalones amplios y estrechos, camisas masculinas y blusas oversize. Vestidos camiseros, cilíndricos, a capas, largos, cortos, de chester y de patchwork.
En cuanto a los tejidos, las sedas sublimes y los satenes de diversos gramajes, lisos y estampados, han protagonizado la colección. Como invitados especiales, suntuosos e innovadores terciopelos y jacquares personalizados con estampados en algodón o con hilos de metal en grandes brocados de corazón.
Lanas en paño para abrigos y recios crepes para pantalones y vestidos que darán un toque de color al otoño. Y tejidos más contemporáneos como poli pieles metalizadas, peluches con acabados metalizados y neoprenos con diferentes bordados que firman la esencia de Ágatha.
fuente: vogue